El antibuda


          Nació libre de ataduras y con una facilidad innata para ganarse la vida dignamente y la felicidad. Carecía de ego, de posesiones y sabía en lo más profundo de su ser, que todo pasa, que nada existe inherentemente y por lo tanto, nada importa en el fondo. Una suerte de mátrix que poder disfrutar en libertad, sin la sed frustrante de los deseos.
Observaba las nubes a menudo, no necesitaba mucho más para sentirse en casa, en equilibrio. La vida no parecía pasar por él, al carecer de yo real y saberlo, se convirtió en la vida, la misma vacuidad, sin sombra de negatividad, que está en todo.
          Un día, sin saber porqué, dio un giro radical a su existencia y abandonó su plena simpleza para adentrarse en la sociedad consumista. Su felicidad cayó en picado. Se convirtió en un ángel búdico caído. Traficó, jugó a la bolsa, se endeudó, robó, extorsiono, y explotó a honrados trabajadores. Logró formar su propia empresa, crear su propia franquicia internacional y hasta se compró un equipo de fútbol.
          Era próspero económicamente, pero todas sus circustancias le causaban sufrimiento porque ya no era la misma persona que antes, ahora se sentía sus fugaces y cambiantes delirios, mezclados con él mismo. Por fin sentía la tragedia de la condición humana. La vida ahora pasaba por él y dolía. No encontraba la serenidad de espíritu, su más valiosa posesión. No había consuelo posible. Cuanto más medraba económica y socialmente, más grande era su vacío, y por más que en su exterior fuese encorbatado, engominado y enlimusinado, su realidad era otra mucho más oscura en su interior.
          Poco antes de morir mandó construir una estatua de su busto en el jardín de su mansión. Algunos años después se convirtió en un lugar de peregrinaje. La imagen del triunfo. Acudían a admirarlo, deseosos y sedientos de un becerro de oro, y le daban las gracias por el ejemplo. Acudían a agradecerle su demostración de que en la vida no hay nada seguro, que esta puede dar muchas vueltas y que no importa ni donde, ni como nazcas, uno puede llegar a convertirse en algo totalmente contrario.