Aproximación a la ecuación del bienestar humano


La banalización, ocultación (también por medio de la distracción) y relativización de la injusticia es el mayor mal de la actualidad. No se entiende sino la de despropósitos de todo tipo en los que hemos incurrido. El mal viene de largo, aunque no del mismo modo. Antiguamente se ha tomado la parte por el todo y han aparecido los "ismos"; el nacismo, el racismo, el machismo, etc...
Ha faltado y sigue faltando filosofía. Entenderla, incorporarla. Amistad con el conocimiento y la sabiduría. No diré que es la ciencia más humana, pero sí que es el complemento ideal para todas ellas. Debe incorporarse a la religión. Debe condimentar a la ciencia, sin anularla, sólo para dirigir mejor sus pasos y emplear verdaderamente bien los avances. Debe añadirse a la educación para enseñar a los estudiantes a pensar y no convertirse en solamente máquinas de memorizar y fichar. Y ya que la espiritualidad no forma parte de todos los seres humanos, es la filosofía humanística y ética, la que más nos puede ayudar.

Se trata de formar, al mismo tiempo que permites ser personas que amen lo que hacen y lo que son. Todos somos distintos, sobran memorizaciones, repeticiones, encuadramientos, estudiantes cautivos. Maestros de todo y aprendices de nada en algunos casos, y sin embargo en otros también falla la visión global. De cualquier manera la mente de la persona es como un rayo, cuanto más concentrado sea, más poderoso... y también ha de ser libre. No es sencillo hacer los ajustes pertinentes y precisos, y compadezco a quién tenga que lidiar con ello.

La filosofía ha sido injustamente tratada desde siempre, ignorando su enorme utilidad. Denostada, ha sido tomada vanamente como "cosas de locos", también ha sido tachada de improductiva. Y es que no resulta práctica al materialismo más brutal... Podría existir alguna manzana podrida individual, y de hecho siempre existirán, pero las grandes tropelías y errores colectivos no hubieran sido posibles si en vez ciudadanos, tuviésemos ciudadanos pensantes... movimientos como el nacismo, por ejemplo, sólo son posibles en una sociedad no pensante, ávida de la sabiduría de un líder, un mesías al que seguir que tiene la verdad, una verdad tan grande que el aplastante e injusto fin, justifica los terribles, con mayúsculas, medios. El filósofo, al menos, y en el peor de los casos, sabe que sólo sabe nada. El filósofo sabe que todo tiene su reverso.

El artista conoce por pura intuición lo que es auténtico, y lo auténtico emociona sin ensuciar, sin causar culpa. Sólo alguien que se aparta de la filosofía y el arte se puede convertir en no-pensante. El filósofo no tiene más pastor que la brújula de su razón. El artista no conoce más norte que el de la emoción y la belleza. Conocen a la humanidad y no se convierten en seguidores de algo porque todo el mundo lo haga.

La gente, la gran masa, el pueblo, siempre anhelará, exigirá seguridad. Y por supuesto, más internamente hablando serán necesarias leyes. La libertad individual termina donde empieza la colectiva, no puede ser de otro modo, pero recordemos que para tener libertad colectiva son necesarios los escudos. Esos escudos, platónicos y concretos a la vez, que mantienen los valores necesarios para mejorar y apoyar los avances de la humanidad al tiempo que protegen, son una garantía. Disciplinados, encajonados, adoctrinados, grises pero inevitables y útiles. Encarnaciones de los límites necesarios que son despreciados, como si fuesen los causantes de algún mal y no una consecuencia de ese mismo mal, tan de raíz como demuestran los que los condenan. Los que los condenan son -con perdón, existen excepciones- los tontos que cuando les señalas la luna, anclados en su comodidad intelectual y nulidad práctica, sólo ven tu dedo. Un filósofo puede no ser práctico en el sentido de materializar sus ideas, pero siempre profundiza. Sólo profundizando se puede llegar a ver que pretender hacer desaparecer a estos escudos de la sociedad y que la gente se sienta segura sólo se podría llevar a cabo con una humanidad amorosa, libre, empática y consciente, y debido a la ambición, la distanciada y rivalizante diversidad cultural, económica, religiosa, a los nacionalismos, a la pasta de la que están hechos algunos humanos, pero sobre todo a los malditos intereses depredadores, compulsivos y burgueses de unos pocos, es tremendamente complicada de imaginar, a día de hoy, la unificación utópica o el consenso necesario para tal cosa.

Se tiene el estereotipo, no del todo errado, de que los filósofos más puros son seres de poco o ningún sentido práctico. Personas que se pasan la vida reflexionando sobre grandes cuestiones, al mismo tiempo que son incapaces de percatarse de que tienen la cremallera del pantalón bajada. Yo no les hago de menos por ello, son necesarios. Y necesario es que todos tengamos algo de filósofos.
Finalmente: "La vida es más sencilla que todo eso", dirán algunos, despreciando -pasa a menudo- a los filósofos. -"Sí, claro" - me darían ganas de responder- "sobre todo si eres un ignorante o un avestruz (con la cabeza debajo de la tierra)". Yo soy lo primero, a mi pesar, pero trato de no ser lo segundo, ya que de estas dos cosas se derivan grandes errores de la humanidad. Si a no ser ni un ignorante ni un avestruz, le añades un poco de lógica, austeridad, solidaridad, el cumplir escrupulosamente todos (sin excepción) y cada uno con su cometido, el resultado global debería ser la paulatina mejoría -en todos los sentidos- de esta malherida sociedad .