Ser feliz como los niños de África


No sin cierto resquemor, pulso los dos botones de encendido de la caja tonta o diabólica (ya no sé muy bien). Nunca veo las noticias, no suele haber nada positivo, hacen de la desgracia norma, es deprimente. Contemplo estupefacto la concentración de la más alta desgracia humana contada por unas señoras y señores que lo narran sin expresar la más mínima emoción. Parecen robots. El mismo monótono tono para dar cualquier mala noticia -las buenas, la mayoría, no salen, si acaso como anécdota-. Pero llegan los deportes, y entonces ahí suelen poner a un "especialista" rapado o directamente calvo (como prueba de la mucha testosterona que corre por sus deportivas venas) con pinta de contento, que al contrario que sus compañeros, narra los más triviales asuntos con total vehemencia. De locos.

Las pocas -o las muchas, ya digo que hace mucho que no las veo- veces que sale el tercer mundo, contrasta con las caras largas, los ambientes artificiales, estirados y los tonos grises de los presentadores. Los niñitos de África que salen no poseen nada, pero están felices, siempre con una sonrisa. Aprecian la vida, las cosas pequeñas de la vida, el sol, el campo, la imaginación, una novedad. Tenemos que llegar a ser como los niños esos. Son felices y su felicidad es auténtica. Nosotros somos felices a ratos, porque nuestra felicidad depende de muchas cosas. Cuando tu felicidad no depende de nada, entonces puedes ser feliz sin miedo a que nadie te la quite.