El sonido del aplauso de una sola mano (sobre las redes sociales)


Un paradigma de la vacuidad moderna, el cara-enciclopedia o similares son amantes electromagnéticas que si las abrazas, se esfuman. La ausencia de existencia inherente de la que Buda jamás habló.

Gracias a las nuevas tecnologías puedes sentirte muy cerca de alguien pero estar a miles de kilómetros. Es verdad, pero las palabras tienen varias caras, lo que requiere de buena fe por parte tanto del emisor como del receptor...

A alguien al que ves frecuentemente, no lo necesitas en tu ordenador. Hay excepciones, pero son las menos y las hacen las personas, no el formato. Esta maquinaria quiere que sigas su juego, el juego de lo vacuo. Hasta te sugieren a los amigos que tienes que agregar...

Dejarse llevar por el corazón es lo que más humanos nos hace como para rebajarlo sin querer al tener que demostrar a una persona lo que la quieres con un regalo virtual que no te has tenido ni que molestar lo más mínimo en buscar. Eso es rebajar el sentimiento, no hay autenticidad ni esfuerzo en un regalo virtual. Es como volver a cuando eras niño y las cosas que manejabas eran de juguete, imitaciones de las reales. Lo haces porque es lo que hacen todos, por moda, por no ser diferente, por llenar un vacío muy real con amor y con aceptación virtual, cuando en la vida real a esa persona a lo peor ni la saludabas por la calle.

Los sonidos de los aplausos de millones de manos al aplaudir contra su doble virtual. Hay veces en las que estos se hacen notar de manera más intensa de lo imaginado. Se escribe mal y poco, cuelgas fotos y existen las normas no escritas hechas con sangre metafórica. Algunos pobres usuarios terminan por convertirse en víctimas. La vida real y la virtual se entrelazan y se confunden peligrosamente si te dejas deslizar por tus propios impulsos imprudentes o por los de otra persona. El aplauso puede llegar a convertirse en guantazo. La vida virtual no difiere tanto de la real, una es producto de la otra. Lo que vale para la vida real, vale para la virtual. Recordándolo se pueden evitar: extorsiones, engaños, acosos, robos, divorcios, despidos...

Las redes sociales, no son una moda, como suele decirse -no creo que tanta gente se apunte a las modas y les dedique tanto tiempo- se trata más bien del efecto dominó, es decir, tú te conviertes en usuario porque viste a alguien con el que querías contactar, y al apuntarte tú, a su vez, provocarás que otro alguien se apunte para contactarte, y a su vez ese otro alguien provocará... Y así se ha llegado a un enorme número de usuarios, un verdadero éxito. Dicen que si no estás en la red no existes. No es cierto. ¿Si un árbol cae en medio del bosque y nadie lo escucha, hace ruido? Pues claro, que importa que nadie lo escuche, el caso es que tú lo vas a sentir, sobre todo si eres el árbol. Normalmente, en la mayoría de vidas, sólo los más íntimos conservaban recuerdos. Y si encontrabas fotos de alguien en algún medio masivo era porque había hecho algo excepcional. En estos tiempos todos tenemos acceso a nuestra parcela de escaparate público. Podemos estar ahí, en ese escaparate, como si fuésemos famosos (quiero decir famosos de los de verdad, de los de mérito, no los que salen en ciertos programas o revistas, bueno, de esos también). Esto me lleva a pensar que, bien mirado, hay algo que merece la pena de las redes sociales -no todo va a ser negativo- y que justifica ya solo por eso su existencia: si todos están ahí, eso quiere decir que también se puede volver a saber de los viejos amigos, ¿no? Cierto, es así. Las amistades de la infancia son de las que no se olvidan, es amistad pura. Si ahora los reencuentras o te reencuentran, serás recompensado por el dios de lo auténtico con uno de los mejores regalos: una insospechada alegría.